Crítica de Black Mirror en Netflix: la serie vuelve a sus raíces con nuevas historias, grandes actuaciones y tecnología al límite
La antología más inquietante del streaming está de regreso en Netflix con una temporada que mezcla lo mejor del pasado y un toque de emotividad.
Después de seis temporadas y una buena dosis de paranoia digital, Black Mirror sigue siendo ese espejo oscuro que nos muestra lo peor (y a veces lo mejor) de nosotros mismos frente a la tecnología. Pero la nueva entrega en Netflix no solo rescata lo más clásico de la serie, sino que también se atreve a ir un paso más allá: en lugar de dejarnos con la moral por el suelo, esta vez nos regala destellos de emoción, nostalgia e incluso, aunque cueste creerlo, un poquito de esperanza.
Y es que la séptima temporada de Black Mirror llega con 6 nuevos episodios que no solo apuesta por la reflexión, sino por despertar cierta emoción en el espectador. Charlie Brooker, creador y mente maestra detrás de la serie, parece haber entendido que no todo tiene que terminar en tragedia. Claro que la serie no ha perdido su esencia crítica, ácida y profundamente perturbadora, sino que en esta ocasión, se permite explorar algunos matices extra.
Black Mirror vuelve al futuro… pero con emociones
La temporada anterior fue un experimento arriesgado. Algunos aplaudieron la osadía de romper con el molde; otros extrañaron los clásicos golpes de realidad distópica que marcaron la identidad de la serie. Esta nueva entrega de Black Mirror parece encontrar un equilibrio entre ambos mundos: retoma esa mirada mordaz sobre la tecnología, pero lo hace con historias que apelan más al corazón.
Por ejemplo, el tercer episodio llamado Hotel Reverie es un viaje de ida y vuelta entre la industria del cine clásico y la inteligencia artificial. La protagonista, Brandy Sunday (Issa Rae), se ve envuelta en una especie de remake virtual de una película antigua, donde todo el mundo, menos ella, es parte del guion. Pero cuando las emociones empiezan a interferir con el programa, el resultado es una historia que combina crítica al star system, dilemas éticos y una conexión genuina entre personajes.
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Otro capítulo que merece mención especial es Eulogy, protagonizado por un genial Paul Giamatti. Aquí, la nostalgia se convierte en un arma de doble filo cuando su personaje se ve forzado a revivir los recuerdos de un viejo amor a través de una tecnología que permite explorar el pasado. Sí, al estilo Black Mirror, con sus consecuencias inesperadas, pero también con un nivel de humanidad que pocas veces hemos visto en la serie.
Regresos, secuelas y universos conectados
Como buena serie antológica, Black Mirror nunca ha mantenido una continuidad estricta entre sus historias. Pero en esta oportunidad, la ficción regresa con más guiños y conexiones que nunca. La séptima temporada, trae por primera vez, dos episodios funcionan como secuelas de episodios previos.
El más evidente es Into Infinity, que es una continuación directa del inolvidable USS Callister, de la cuarta temporada. Aquí, volvemos a ver a Nanette Cole (Cristin Milioti) y al resto de la tripulación enfrentándose a nuevos peligros en un videojuego multijugador donde la muerte ya no es una amenaza... pero la existencia sigue siendo un lío.
El otro caso es Plaything, que trae de vuelta a Colin Ritman, el excéntrico programador de Bandersnatch, interpretado por Will Poulter. Su aparición es una de esas sorpresas que conviene no spoilear, pero sí podemos decir que deja una marca y conecta elegantemente con la mitología interna de la serie.
Y hablando de conexiones, esta temporada parece más interesada que nunca en unificarse como universo. Un elemento común, el disco “experiencer” (una especie de interfaz neural que permite vivir realidades alternativas), aparece en varios episodios, reforzando la idea de que todos estos mundos podrían estar más entrelazados de lo que creíamos.
Actuaciones de lujo y narrativa más madura
Otro gran acierto de la nueva temporada de Black Mirror es el casting. Desde Emma Corrin, que se luce en el episodio Hotel Reverie, hasta el ya mencionado Giamatti, pasando por rostros conocidos como Jimmi Simpson o Billy Magnussen, todos entregan actuaciones sólidas que elevan la historia.
Puede que los más puristas sigan prefiriendo las primeras entregas, esas joyas británicas que nos volaron la cabeza desde su estreno en 2011. Pero si tomamos en cuenta la evolución, la solidez narrativa y el equilibrio entre crítica y emoción, la séptima temporada de Black Mirror se posiciona como una de las mejores desde su llegada a Netflix.