Los errores que desconciertan a todos en Estado eléctrico, la nueva apuesta de Netflix
La ambiciosa película de aventuras Estado Eléctrico llegó a Netflix el viernes pasada con un presupuesto récord de 320 millones de dólares. Dirigida por los hermanos Russo, la cinta prometía ser una gran cinta de ciencia ficción. Sin embargo, la película ha dejado a muchos rascándose la cabeza. Sus errores opacan el despliegue visual y no han pasado desapercibidos entre los espectadores más atentos.
Primero, la trama carece de rumbo claro. Ambientada en un 1997 distópico tras una guerra entre humanos y robots, sigue a Michelle (Millie Bobby Brown) en busca de su hermano. La idea suena prometedora, pero la ejecución es bastante torpe. Escenas de acción y comedia se amontonan sin sentido y el tono oscila entre el drama y el chiste fácil, dejando al espectador perdido.
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Otro punto débil es el uso de los robots. Estos, relegados a un gueto tras su derrota, tienen diseños extravagantes y caritas risueñas. Podrían ser intimidantes o entrañables, pero terminan como caricaturas. Su presencia choca con la supuesta seriedad del conflicto. Es como si "Terminator" se hubiera rodado en un parque temático.
Los personajes también decepcionan. Millie Bobby Brown repite su papel de joven intensa al borde del llanto, mientras Chris Pratt encarna otra vez al granuja simpático. No hay química entre ellos ni profundidad en sus motivaciones. Figuras como Giancarlo Esposito o Ke Huy Quan aparecen, pero sus roles se sienten desaprovechados. El reparto estelar no salva un guion plano, que ha sido duramente criticado en redes sociales.
Finalmente, el presupuesto astronómico no se refleja en pantalla. Los efectos visuales son vistosos, sí, pero la historia no justifica la inversión. Hay secuencias espectaculares que parecen metidas con calzador. Todo luce caro, pero vacío. De esta manera, la mayoría de los espectadores coinciden en que Estado Eléctrico quiso ser épica, pero carece de alma y parece un rompecabezas sin sentido.