Esta es una de las películas más inusuales y brillantes de la historia del cine
Esta película es considerada una de las más inusuales en la historia del cine, pero es una obra maestra que todos deberían ver.
El espejo (1975), una de las obras maestras del cine.
MosfilmEl nombre de Andréi Tarkovski puede no ser tan conocido en la cultura popular si lo comparamos con otros dos grandes autores del cine en lengua extranjera del siglo XX con los que suele asociarse: Ingmar Bergman y Akira Kurosawa. Esto puede deberse al hecho de que solo realizó siete largometrajes o a los temas, generalmente inaccesibles, que abordaba en su cine.
Pero sus películas han resistido el paso del tiempo, y suelen ser consideradas algunas de las mejores de la historia por la forma en que fusionan el cine, la poesía y la filosofía, a menudo desde escenarios sobrenaturales o de otro mundo.
Muchas de sus obras han influido en algunos de los directores más grandes de la historia, incluidos varios que aún están activos hoy, como Terrence Malick y Alejandro González Iñárritu. Algunas han sido versionadas y otras han servido de inspiración.
La película de Tarkovski que más a menudo es considerada su obra maestra es también la más difícil de definir y comprender. El espejo (The Mirror), que este año cumple 50 años desde su estreno en 1975, es una obra de cine poético extraordinario, tan inquietante como bella, con una lírica visual que la hace única.
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¿De qué trata El espejo?
Nadie debería sentirse culpable por no entender El espejo. Es una película esotérica, filosóficamente ambigua y con una narrativa poco convencional.
Cuenta la historia de Alekséi a través de sus recuerdos, con tres actores distintos (Ignat Daniltsev, Filipp Yankovsky e Innokenty Smoktunovsky) interpretándolo en distintas etapas: antes de la Segunda Guerra Mundial, durante el conflicto y en los años posteriores.
La historia está construida en fragmentos, con escenas no lineales que se intercalan en una línea temporal difusa de la vida de Alekséi. Su infancia está marcada por la guerra en Rusia y por haber sido criado por su madre tras el abandono del padre. Su compleja relación con su madre se entrelaza con el fracaso de su matrimonio con una mujer que, curiosamente, se parece mucho a ella.
La narración discontinua combina noticieros, sueños y la poesía del padre de Tarkovski, Arseni Tarkovski. Todas estas técnicas cinematográficas expresan la culpa de Alekséi y sus intentos fallidos por reconciliarse con su pasado. La película está repleta de simbolismo, imágenes oníricas y una estructura no lineal que difumina los límites entre la realidad y la ficción.
Ninguna película deconstruye la memoria tan acertadamente
El espejo es una de las exploraciones más profundas sobre la memoria que el cine haya ofrecido. Esto se debe a que Tarkovski no se limita a representar recuerdos: los deconstruye, revelando su naturaleza fragmentaria, escurridiza y profundamente emocional.
La estructura quebrada de la película refleja el fluir real de la memoria, abandonando la narración lineal. En lugar de un ritmo temporal, la cinta sigue un ritmo emocional, saltando entre momentos de gran carga espiritual en vez de seguir una cronología convencional. Esta manera de contar eleva la narración a otro nivel, intensificando su poder emocional al transformar los eventos de una vida en recuerdos sueltos y conmovedores.
Así como en la vida real los recuerdos pueden activarse por un olor, un sonido o un gesto, Tarkovski usa pistas y gestos cinematográficos para desencadenar los recuerdos de Alekséi. Emplea contrastes visuales y sensoriales para provocar recuerdos sensoriales también en el espectador. Repite ciertas imágenes, para construir una atmósfera de déjà vu que recorre todo el film.
Esta inestabilidad evocadora permite que la memoria se despliegue de manera natural, con una intensidad cruda que convierte a El espejo en una obra legendaria.
Tarkovski utiliza la memoria como una herramienta para explorar las fuerzas filosóficas y poéticas del mundo. Su concepción del tiempo es esencial: pasado, presente y futuro se entrelazan constantemente. La especie de collage temporal que propone en El espejo refleja una forma más fiel de cómo realmente experimentamos el paso del tiempo.
El cineasta solía extraer lo sagrado de lo cotidiano en su filmografía, y eso se hace especialmente evidente en El espejo, sobre todo en su final. Para él, el cine tenía la capacidad de capturar el alma del mundo espiritual. La divinidad escondida en pequeños detalles, como las gotas de agua o el viento moviendo unas cortinas, revela esa idea de lo sagrado presente en lo mundano. El espejo actúa como una plegaria filosófica por aquello que hemos olvidado y un lamento por lo que no podemos dejar atrás.
Películas como esta son escasas, raras, y no aparecen muy a menudo. Por todo lo que Tarkovski creó y logró en su carrera, nada ha superado lo que hizo aquí.
Curiosamente, la película nunca tuvo un estreno oficial. El cineasta quería presentarla en el Festival de Cannes, pero las autoridades soviéticas lo impidieron y enviaron otra cinta (en ese entonces, cada país solo podía presentar una película al festival).
El espejo fue recibida con tibieza al principio, pero con el tiempo ha ganado un aprecio cada vez mayor como una monumental meditación sobre la memoria. Su influencia sigue creciendo incluso hoy: Christopher Nolan la citó como inspiración para la cinematografía de Oppenheimer; y, sin duda, continuará haciéndolo.
Puede ser difícil de entender y probablemente desconcierte a quien la vea, pero para aquellos dispuestos a entregarse a la experiencia, ofrece uno de los viajes cinematográficos más ricos y grandiosos de todos los tiempos.