El spoiler que le costó el trabajo a Bill Hader: el actor arruinó el final de una icónica película
Antes de brillar en la comedia, Bill Hader se quedó sin trabajo por vengarse con un spoiler legendario.
Bill Hader protagoniza Barry
NetflixCuando estamos en el trabajo, lo ideal es mantener la calma, respirar hondo y tratar de sobrellevar las complicaciones sin perder la compostura. Pero seamos sinceros: hay días en los que la paciencia se agota. Y cuando eso pasa, podemos cruzar líneas que jamás imaginamos. Algo así le pasó a Bill Hader, hoy reconocido actor y comediante, cuando aún era un joven empleado en un cine y tuvo un arranque tan legendario como desafortunado.
Mucho antes de sus años brillando en Saturday Night Live o de ganar premios por Barry, Hader vendía entradas en un cine. En una reciente participación en el especial de Netflix, Everybody’s Live With John Mulaney, el actor recordó entre risas cómo una simple interacción con un grupo de chicas de una hermandad universitaria terminó con él en la calle. “Me despidieron de un cine por arruinar el final de Titanic”, contó sin filtros.
La historia fue así: esas chicas habían comprado todas las entradas para ver Titanic, que aún no se había estrenado. Hader, vestido con moño y fajilla como exigía el uniforme, les pidió que se movieran del pasillo. Ellas se burlaron de él y le dijeron que se parecía a Charles Manson. “Y en cierto modo, sí”, admitió con humor. “Les dije: ‘Oigan, chicos, por favor, muévanse’. Y me dijeron: ‘No’”.
La gota que colmó el vaso llegó cuando ingresaron a la sala. Mientras les rompía los tickets, Hader decidió devolverles el gesto: “Disfruten la película. El barco se hunde al final. Leo muere”, les soltó. Cuando le contestaron que eso no pasaba, él fue más lejos: “Sí, creen que está dormido. Pero está congelado”. Así, sin anestesia.
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Por supuesto, la venganza le costó cara. Según relató, el gerente bajó sonriendo y le dijo: “Oye, Bill. Tengo que despedirte”. Fue una escena agridulce: aunque claramente debía sancionarlo, el propio superior no pudo evitar divertirse con lo ocurrido. Eso sí, no fue capaz de mirarlo a los ojos al hacerlo. Una despedida justa, pero con complicidad.
Hoy, con el tiempo y la fama de su lado, Bill Hader se ríe de lo que en su momento fue un traspié laboral. Lo cierto es que, más allá de lo gracioso del episodio, esta anécdota demuestra dos cosas: primero, que todos arrancamos de algún lado. Y segundo, que Titanic es tan parte de la cultura pop, que spoilearla (incluso tantos años después) todavía puede doler.